El Muro de las lamentaciones: un vestigio del Templo de Jerusalem

El último vestigio del Templo de Jerusalén es un muro de contención donde miles de personas que profesan la religión judía reza sus oraciones.

Entrar en la Ciudad Vieja de Jerusalén por cualquiera de sus puertas resulta una ex­periencia sin igual. En sus calles se respira una extraña mezcla de espiritualidad y tensión máxima.
Cómo llegar

En la Ciudad Vieja de Jerusalén es mejor desplazarse a pie, pera si se va en coche hay va­rios parkings próximos. El Muro de las lamentaciones esta abierto todo el año las 24 horas del día para personas de todas las confesiones.
Uno de los lugares sagrados de Jerusalén
Resulta imposible olvidar, aunque sólo sea por un momento, que se está pisando un te­rreno cargado de historia viva que aún hoy sigue escribiéndose. El Muro de las Lamentaciones es uno de los tres grandes iconos religiosos de esa Jerusalén antigua, el centro de la espiritualidad judía, cristiana y musulmana. Los otros dos son la iglesia del Santo Sepul­cro, donde los cristianos de todas las obediencias lloran la muerte de Jesús, y la Explanada de las Mezquitas, controlada por los musulmanes.

El angosto barrio islámico

Antes de encontrar la entrada al lugar más sa­grado del judaísmo, uno se pierde por las intrin­cadas callejuelas del barrio islámico. Por el cami­no, judíos ortodoxos se abren paso en bicicleta por las estrechas calles adoquinadas, franqueadas por tiendas de frutos secos, zumos y recuerdos regentadas por familias musulmanas.
Una sinagoga al aire libre
Antigua­mente, este laberinto de casas bajas llenaba toda la plaza, ocultando el muro, pero tras la guerra de los Seis Días que en 1967 enfrentó a Israel con una coalición árabe, los israelíes derribaron las vivien­das de la zona para abrir el lugar, que hoy funcio­na como una sinagoga al aire libre.
No olvide cubrirse la cabeza
Tras pasar por un control de seguridad equipa­rable al del aeropuerto internacional, los visi­tantes pueden acceder al muro. Para acercarse a él, sin embargo, hay que cubrirse la cabeza (se repar­ten kipás de papel en la entrada).
A la izquierda del muro, los religiosos, con sus largas barbas y negras levitas, rezan balanceando la cabeza hacia delante y hacia atrás. Unos besan las piedras milenarias; otros colocan pequeños papeles con súplicas en­tre los grandes bloques. El espacio de la derecha, menos amplio, está reservado a las mujeres.

La destrucción del Templo

El nombre con el que se conoce el muro tiene que ver con el lamento por la pérdida del Segundo Tem­plo de Jerusalén, destruido por los romanos en el año 70, durante la primera guerra Judío Romana. Los judíos fueron expulsados entonces de la ciudad y cuando sus descendientes regresaron no supie­ron ubicar el emplazamiento exacto del sancta­sanctórum.
Para no pisarlo, se instauró la tradición de rezar al pie del muro de contención del templo, construido en tiempos de Herodes el Grande. Para­dójicamente, lo que hoy soporta esta obra de ingeniería es la Explanada de las Mezquitas, el tercer lugar más venerado por los musulmanes.








No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog