Guia breve de Turquía: Nemrut Dagi, la cumbre del "Dios" Antioco

Más allá de Estambul, donde llegan al día miles de turistas, existe una Turquía perdida en la historia con lugares de ensueño poco conocidos como la montaña de Nemrut Dagi, una cumbre plagada cabezas de gigantescas estatuas que evocan el reinado de Antíoco I, el monarca que quiso ser Dios. 

Pensemos en un pequeño rey megalómano, una agreste montaña, un montón de guija­rros y una hilera de enigmáticas estatuas. Y coloqúese todo ello en un paisaje de la parte orien­tal de Anatolia impregnado de historia.

El resulta­do es Nemrut Dagi, la montaña en cuya cima, a 2.150 metros, se encuentra el cono de piedra que fue la tumba de Antíoco I: un esce­nario de película en el que este soberano de un minúsculo reino que existió hace más de 2.000 años quiso alcanzar la dimensión del mito. 

Estatuas que superan los dos metros

Toda la colina de Nemrut Dagi eslá salpicada por estatuas cuya altura supera los dos metros. Las cabezas, separadas de sus cuerpos a causa de los movimientos sísmicos que durante siglos han sacudido la región, yacen esparcidas por el suelo y corresponden a dioses y hombres divinizados por Antíoco I, quien reinó entre 69 y 32 a.C. Él mismo se incluyó entre ellos. 

Una tumba que mira al cielo para estar cerca de los Dioses

En vida, Antíoco I estableció un culto hacia su persona que tuvo su máxima expresión en ese monumento funerario construido en el punto más alto de su cima. Se trataba de situarse por en­cima de los demás y estar más cerca de los dioses, sus iguales. 

Fue así como, sobre la cima del Nemrut Dagi perteneciente a la cordillera del Tauro, mandó desmenuzar gran cantidad de pie­dras en guijarros del tamaño de un puño y erigir con ellas un túmulo de 50 metros de alto y 150 de diámetro rodeado por tres terrazas monumentales escalonadas y adornadas con colosales estatuas de los dioses del Olimpo entronizados. 

Una experiencia inolvidable

Nemrutt Dagi no defrauda. Subir a su cima al alba o a la hora del crepúsculo, cuando los gigan­tes que montan guardia en la tumba parecen in­cendiarse contra el cono de piedra, es una expe­riencia única e inolvidable. Es entonces cuando resulta fácil encontrar un rincón para librarse a la meditación y dar rienda suelta a la fantasía y la emoción. 

Cómo llegar

En avión, desde Estambul o Ankara hasta el aeropuerto de Adiyaman y desde aquí a la ciudad de Kahla, donde es posible aIquilar los servicios de un guía. Desde Kahla, una carretera nos llevará, en hora y media, al yacimiento. 

La mejor época para visitar la zona es entre marzo y junio ya que en invier­no hace mucho frío, aunque viajar en invierno tiene recompensa: contemplar el santuario nevado. 

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